GINO BOGANI
DÉCADAS DE TABAJO "NON STOP"
NUBILIS
Por Inés María Agosta
A los 5 años y medio Bogani dejaba Italia para llegar a la Argentina. Ya por entonces no era un chico como los demás: los pantalones cortos, las medias grises o café con leche y los zapatos de señor con lazos no le causaban ninguna gracia. Es que su “don” de crear moda ya comenzaba a manifestarse. Luego de la primera boutique que tuvo con sus padres en Mar del Plata, y que él administró con tan sólo 16 años, abrió otra en Buenos Aires, abajo del Hotel Alvear. Así, lo que comenzó siendo un medio de vida se transformó en un estímulo continuo que llevó a Bogani a transformar la visión del diseñador de Alta Costura en la Argentina al punto tal de haber sido distinguido el año pasado como “Personalidad destacada de la cultura” por la Legislatura Porteña. A los 72 años Gino Bogani es un referente en el mundo de la moda y muy especialmente en el universo de las novias.
¿Qué busca la mujer argentina
al elegir el vestido de novia?
No creo que sea una cuestión de nacionalidad, creo que es una cuestión de personalidad. Puede haber particularidades pero en el
fondo cuando las mujeres tienen la ilusión del vestido de novia quieren estar divinas, resplandecientes. Yo trato de cumplirles el sueño mientras que no sean pesadillas, adaptarme y dar mis consejos porque vienen a verme por mi experiencia, mi forma de trabajar, mi intuición.
¿Hay una relación directa entre tipos de personalidades y tipos de géneros o texturas?
Por supuesto. Para cada vestido que hago tengo que tener un conocimiento de la personalidad de la novia. Hay algunas que parecen Carmen, la de la ópera, con más carácter y otras, Ofelia, la de Hamlet, más románticas. A algunas le podes poner cualquier tipo de vestido y con otras, que tienen una personalidad muy concreta, hay que adaptarse a eso, acompañar el estilo.
Vos señalaste que las mujeres hoy no tienen la formación que solían tener acerca de las telas, géneros, etc. ¿Cómo las aconsejas en el momento de elegir un vestido?
Trato de orientarlas, las ayudo mostrándoles la tela que yo creo que es para ella y la que ella quería. Porque todo es relativo, influyen mucho los cuerpos; hay telas que funcionan y otras que no. Vestirse de novia para el día del casamiento es lindo; ahora, disfrazarse de novia para ese día es espantoso.
¿Cuál fue la década que más te gustó con respecto a los vestidos de novias? Todas porque cada época tuvo sus chistes, sus cosas.
¿Qué diferencias encontrás entre las novias de hoy
y las de los inicios de tu carrera?
Antes a una novia no se le pasaba por la mente casarse antes de abril, y aunque también había casamientos en el campo, los vestidos estaban más puestos. Hoy se casan en la playa, en enero, en febrero, etc. y hay chicas que quieren estar más sencillas. Yo las respeto si les funciona, pero tienen que pensar en cómo se van a sentir cuando estén rodeadas de invitados que se van a querer vestir bien. Hay quien no le importa y hay quien reacciona. Para aguantar esa netteté, esa cosa tan despojada, hay que tener un tipo físico, una personalidad y una presencia para no quedar como perdida en las tinieblas.
¿Qué vestidos de novias fueron ícono en tu carrera?
El de Marcela Tinayre fue el primer strapless en una novia en el 70 y algo. Fue tal el shock que el padre me dijo “querido, tienes que tapar a esa chica sino no la casas” y le puse como una cosita de organza arriba. También el famoso vestido de Ginette Reynal, el más copiado y comentado de la Argentina. Fue muy impactante porque era totalmente lánguido; la estatura, los hombros y la fuerza de la cara de Ginette lo permitían.
¿Qué opinás acerca del cambio de vestido largo a corto que algunas novias hacen durante la fiesta?
No soy partidario de eso para nada. La novia se casa como idea una vez sola y debe ser novia toda la noche. Mi personalidad es muy amplia, pero ciertas cosas me gusta que sean como tienen que ser. Podes darles otra libertad pero siempre manteniendo un cierto decoro. Yo en el lugar de la novia bailaría, haría de todo, pero nunca me cambiaría porque es la única vez que podes tener el vestido de novia.
Sostenés que te importa más el cerebro seductor de la mujer que su cuerpo. ¿Qué rol juega el cerebro a la hora de vestirse de novia?
Cualquier vestido que yo hago tiene que funcionar con la personalidad de esa mujer. En el caso de una novia primero se tiene que sentir absolutamente cómoda dentro del vestido para poder lucirlo, sino está como trabada. Cuando se destraba, puede empezar a hacer funcionar las neuronas y seduce. Después está la seducción del cuerpo, hay que saber usarla sin entrar en lo chabacano y vulgar.
¿Con qué géneros y texturas te gusta trabajar más?
Me gustan todas las telas, tienen un idioma y una musicalidad diferente y eso es muy lindo. Llegó un momento en que empecé a hacer más ropa de día. Era una época en que las mujeres se vestían de otra manera, y empecé a enamorarme de esas telas. He hecho siempre las superposiciones de diferentes texturas mezcladas, he usado plástico, etc.; me parecía hasta más audaz hacer un conjunto de día bien impactante y siempre elegante, nuevo y muy vanguardista, nunca disfraces.
Describiste a la “mujer Bogani” como sensible, femenina, con personalidad ¿cómo describirías a la “novia Bogani”? Así. Porque si no llega a tener mucha personalidad yo la ayudo a que la tenga, se lo transmito. Es algo que si hay cerebro se puede trabajar, si no hay cerebro olvídate.
¿Cuáles son los “sí” y los “no” del vestido de novia?
Todo es relativo según la novia. Me parece bárbara la comodidad, me gustaría nada más que en determinadas ocasiones tuvieran un poco de cuidado sobre todo las mujeres. Un problema grave es que la gente no se mira en el espejo, pero no narcisísticamente, sino para saber uno cómo es, los defectos que tiene.
¿Qué recursos de diseño de otras décadas siguen vigentes hoy?
Todos los diseñadores del mundo han vuelto a algo, siempre. También la etnia de un país, el folclore, es fuente de inspiración muy fuerte. Incluso a veces te inspiran las cosas feas.
En tu experiencia, ¿qué es lo más difícil dentro del proceso de creación del vestido de novia?
Cuando una chica se casa pasa por un momento emocional muy especial. Mi personalidad es un poco fuerte naturalmente, pero soy muy cauto con las novias. En cuanto veo el tipo de personalidad tengo que ayudarla emocionalmente, contenerla. A veces también a su madre. El obstáculo es el estado de nerviosismo, la sobreexcitación, la ansiedad. La mayoría adelgazan, otras engordan… y yo las ayudo mucho.
¿Cómo te sentís en el rol de “Personalidad destacada de la cultura”?
Yo no solamente hice un trabajo importante para la moda sino que también abrí las puertas a los que quisieron dedicarse a esto que antes era tabú.
Luché y trabajé muchísimo para dignificar este trabajo. De eso me enorgullezco y me halaga el ser reconocido en vida en lo que hago. Pero no lo siento gratuito, siento que me lo merezco.
¿Y qué se siente el ser distinguido también como “Padrino del “si quiero” por haber acompañado a muchas novias?
Es un estímulo continuo, mi trabajo no es solamente mi forma de vida sino que me estimula. El entusiasmo del trabajo siempre lo he tenido, fui mi autoexigente auto-profesor. He pasado, con gusto, noches enteras para descubrir el manejo de las telas. Cometí errores pero estoy feliz de que me haya pasado porque eso me enseñó a que no me pase o a que me pase y exigirme para que ese error sea algo bueno por sí mismo. Cualquiera que sepa coser puede hacer vestidos, pero para hacer de eso una profesión y crear cosas continuamente hay que tener un don. Cuando tenés el espíritu creativo, aunque estés en el desierto del Sahara, algo vas a inventar. Porque está en la sangre, en tu forma de ser.
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