http://thepoisonmag.com/2013/02/07/el-sentido-de-la-fama/
El sentido de la fama
Por Inés Agosta
Claro que frente a una película de la magnitud de Cloud Atlas (dirigida por Tom Tykwer y por los hermanosWachowski, y basada en el libro homónimo de David Mitchell) son muchos los temas sobre los que se puede reflexionar: la circularidad de la vida, el sentido del karma, la repetición, el amor, el sacrificio, la libertad, la esclavitud, etc. Sin embargo hay un tema que se trata muy sutilmente pero que resulta bastante significativo: la fama. Qué significa y en qué se basa la fama a través de los tiempos.
Corre el año 1936 en Escocia y el famoso compositor Vyvyan Ayrs contrata al joven Robert Frobisher como copista. La convivencia resulta muy fructífera para ambos pero la soberbia y altanería de Ayrs no le permiten reconocer cuán importante ha sido el papel de Frobisher en su vida ni establecer con él una relación auténtica. Cuando el joven decide despegarse de esta relación enfermiza Ayrs lo amenaza con revelar su oscuro y promiscuo pasado. Es que en esa época el ser homosexual, como lo era Frobisher, era algo escandaloso y, por este motivo, nadie hubiera adquirido la obra del joven compositor. De ser expuesto su pasado, él hubiera quedado relegado y en la sombra. Es de hecho el miedo a que esto suceda lo que lo lleva hacia el final más trágico.
Pero, ¿qué ocurre en el 2012? El gángster Dermott Hoggins se propone escribir un libro que a juzgar por el título “Knuckle Sandwich” (Sandwich de nudillo) no parece tener demasiado contenido intelectual. De hecho lo vemos a Hoggins quejarse con su publicista Timothy Cavendish por la falta de ventas y por la crítica que un hombre, de apariencia mucho más refinada que el autor, ha hecho sobre el libro. Durante una entrega de premios a la que asisten escritores, críticos y publicistas, se desata la ira de Hoggins hacia Felix Finch por la brutal y mala crítica (por cierto, la única que alguien realizó) y decide hacer una escena para ridiculizarlo. Pero, como era predecible, el ridiculizado termina siendo él. La ira va en aumento y sencilla, pero brutalmente, Hoggins toma a Finch y lo arroja por el balcón, ante al asombro de los asistentes de la fiesta y también de los espectadores de la película que, inconscientemente, esperábamos que hubiera un toldo, un colchón, un superhéroe, algo (que no fuera el piso) que detuviera la caída. Es cierto que Hoggins termina encerrado en la cárcel pero los libros se venden de a miles. ¿Acaso un asesino no estaba mal visto en el 2012 como un homosexual en 1936? Sí, pero la mala fama le trajo fama al fin y gracias a eso su obra cumplió su cometido.
Nos encontramos entonces con dos procesos de creación muy distintos, en 1936 horas y horas de genial composición acaban por ser olvidadas en el tiempo, convertidas en una obra polvorienta de la que sólo un par conocen la existencia, debido al triste suicidio de su compositor acorralado por el miedo a la vergüenza social. En cambio en el 2012 una obra de aparente inconsistencia, compuesta por lo que parece ser un escritor improvisado y superficial, acaba por salir a la luz y brillar como si fuera una obra maestra a partir de un hecho trágico y desmesurado.
Una vez más el cine nos demuestra que no es sólo una experiencia estética, sino también un espacio de reflexión, donde las sociedades pueden repensarse y cuestionarse a sí mismas. ¿Cómo pensamos la fama hoy? ¿Qué significado tiene para nosotros?
Al igual que en el caso de la obra de Hoggins, muchas veces hoy en día lo que de palabra reprobamos (en este caso un asesinato) en los hechos lo festejamos y alentamos (comprando el libro de un asesino). Sutilmente David Mitchell nos muestra cómo si bien en la actualidad la sociedad se “abrió” en algunos aspectos, por ejemplo en el hecho de que hoy en día la orientación sexual no es motivo de reclutamiento ni de vergüenza (y si llegara a serlo sería condenable) en otros aspectos hay una acuciante pérdida de valores.
¿Cuántas veces personas envueltas en un escándalo lejos de quedar recluidas se hicieron aún más famosas? ¿Cuántas nos espantamos del patetismo de ciertos programas de televisión y terminamos dándoles crédito? Tendríamos que replantearnos cuán importante es una gota en el océano (como señala Mitchell) en este caso también, y cuánto podría mejorar la producción artística si sólo incentiváramos aquello que vale la pena incentivar y no aquellas obras que sería mejor dejarlas en el olvido.
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